6 de diciembre de 2010
alcalorpolitico.com
México se enfrenta a un contexto adverso, crispado por la difícil situación económica y por la extrema violencia que flagela a gran parte del territorio nacional. Ante este panorama, resulta inexplicable que Felipe Calderón festine supuestos logros de los 4 años de su mandato y 10 de gobierno panista. Cuando lo que los mexicanos miramos a nuestro alrededor es desaliento y desatino gubernamental.
Pero igual de inoportuno fue su mal intencionado señalamiento al PRI, al que prácticamente le declaró la guerra y todavía fue más allá, cuando a los dos días retomó su ofensiva, planteando un exigente, “ya díganme sí o no van a apoyar las reformas”, contradiciendo su presunta vocación democrática
Muchos ciudadanos se preguntan si había necesidad golpear tan rudamente al opositor con el que pretende alcanzar acuerdos trascendentales para el país; cómo se puede interpretar lo que expresa Calderón si, por una parte argumenta no volver al autoritarismo mientras que su reclamo es flagrantemente autoritario.
Calderón debería entender que México transita por un momento donde lo que se requiere es unidad para salir delante de sus graves problemas y ubicarse en una ruta de crecimiento económico que le permita acceder a un auténtico despegue económico. Esto sólo será posible mediante el acuerdo de todas las fuerzas políticas y sociales, y su inclusión inteligente en una suerte de corresponsabilidad en la compleja tarea de gobernar al país.
Felipe Calderón debe entender cabalmente que el papel que le tocaba realizar, tendría que destacarse como el de un gran negociador, con la firmeza sí, de un presidente republicano que con base en un desempeño político de altura, se hubiera convertido en un gran líder para la nación, en el líder histórico que condujera la transformación de la nación.
En contraposición, parece que ha preferido aislarse de quienes tratan de decirle que el rumbo que necesita México, no es el extravío institucional en un laberinto de violencia interminable, sino el que nos conduzca a los grandes acuerdos que propicien la entrada del país a una etapa de desarrollo que concrete el proyecto de nación que nos coloque en el lugar que merecemos en el concierto internacional de las naciones. Felipe Calderón habla de democracia pero cada vez que se le ocurre, muestra que él no es la mejor opción para ser el conductor del vehículo en el marco de un régimen democrático incipiente.
Ser presidente de un país que fusiona múltiples culturas y arraigos ancestrales no es tarea sencilla, por el contrario es muy complicada, que requiere una inteligencia superior. Por ello suponer que en el pasado reciente, el sistema priísta funcionaba a través de simples inercias, demuestra desconocimiento del andamiaje del sistema político mexicano.
Los gobiernos priístas, funcionaron porque había oficio político, la diversidad de factores e intereses requería de una fina articulación que se regía por equilibrios, las más de las veces de una compleja y delicada articulación. Al término de la lucha armada, en la etapa postrevolucionaria, con la conformación del PRI, éste se abocó a darle funcionalidad al Estado mexicano. Por otra parte, esta visión de la política no es exclusiva de nuestro país, por el contrario, los regímenes con mayor estabilidad aplican de uno u otro modo estos principios de la ciencia política. En Occidente, el corporativismo fue la clave para poder gobernar mediante acuerdos fundamentales entre los sectores productivos, las fuerzas políticas y sociales, y los factores reales de poder, todo ello bajo el manto del Estado como garante.
Para el PRI, mantener el liderazgo político y social al interior del país requirió de un manejo inteligente, sensible, que privilegió siempre la búsqueda de acuerdos entre actores políticos y sociales muchas veces disímbolos, y en otras, enfrentados. Mantener a los factores de poder dentro de la gobernanza requería de un manejo sutil que propiciará acercamientos y capacidad de convocatoria creando los consensos.
Por eso, en los tiempos actuales, y sin dejar de reconocer los errores cometidos en el pasado, la mayoría de los mexicanos añora la estabilidad y la paz social. No se trata de mirar hacia otro lado para eludir los problemas que tenemos en el país, lo que se le demanda al presidente es que asuma la responsabilidad de su investidura, porque no se puede gobernar con intentos de imposición que reflejan visiones autoritarias que son precisamente lo que se festina como superado y cuya práctica se achaca al PRI.
Parece que Felipe Calderón se está inclinando por cancelar la posibilidad de alcanzar los acuerdos sustanciales con la mayor fuerza política de la nación; pretende ignorar que no será posible hacer las reformas que la nación demanda sin el PRI. El presidente tiene poco tiempo para hacer lo que le corresponde para beneficio de los mexicanos. De nueva cuenta, se obsesiona con la elección -2012- y hace a un lado su responsabilidad esencial: gobernar y conducir a México.
En el caso de Veracruz fue claro que en el sexenio recientemente concluido el Presidente no logró una buena articulación con el Gobierno del Estado. En esta nueva etapa con el Gobernador Javier Duarte de Ochoa el panorama es diferente en virtud de que el mandatario estatal ha tendido puentes y ha expresado su total disposición al acuerdo y a la colaboración para el desarrollo de las políticas públicas y los programas del Ejecutivo Federal. Esperamos que la actitud de nuestro Gobernador sea correspondida con la misma inteligencia y buena fe.
Pero igual de inoportuno fue su mal intencionado señalamiento al PRI, al que prácticamente le declaró la guerra y todavía fue más allá, cuando a los dos días retomó su ofensiva, planteando un exigente, “ya díganme sí o no van a apoyar las reformas”, contradiciendo su presunta vocación democrática
Muchos ciudadanos se preguntan si había necesidad golpear tan rudamente al opositor con el que pretende alcanzar acuerdos trascendentales para el país; cómo se puede interpretar lo que expresa Calderón si, por una parte argumenta no volver al autoritarismo mientras que su reclamo es flagrantemente autoritario.
Calderón debería entender que México transita por un momento donde lo que se requiere es unidad para salir delante de sus graves problemas y ubicarse en una ruta de crecimiento económico que le permita acceder a un auténtico despegue económico. Esto sólo será posible mediante el acuerdo de todas las fuerzas políticas y sociales, y su inclusión inteligente en una suerte de corresponsabilidad en la compleja tarea de gobernar al país.
Felipe Calderón debe entender cabalmente que el papel que le tocaba realizar, tendría que destacarse como el de un gran negociador, con la firmeza sí, de un presidente republicano que con base en un desempeño político de altura, se hubiera convertido en un gran líder para la nación, en el líder histórico que condujera la transformación de la nación.
En contraposición, parece que ha preferido aislarse de quienes tratan de decirle que el rumbo que necesita México, no es el extravío institucional en un laberinto de violencia interminable, sino el que nos conduzca a los grandes acuerdos que propicien la entrada del país a una etapa de desarrollo que concrete el proyecto de nación que nos coloque en el lugar que merecemos en el concierto internacional de las naciones. Felipe Calderón habla de democracia pero cada vez que se le ocurre, muestra que él no es la mejor opción para ser el conductor del vehículo en el marco de un régimen democrático incipiente.
Ser presidente de un país que fusiona múltiples culturas y arraigos ancestrales no es tarea sencilla, por el contrario es muy complicada, que requiere una inteligencia superior. Por ello suponer que en el pasado reciente, el sistema priísta funcionaba a través de simples inercias, demuestra desconocimiento del andamiaje del sistema político mexicano.
Los gobiernos priístas, funcionaron porque había oficio político, la diversidad de factores e intereses requería de una fina articulación que se regía por equilibrios, las más de las veces de una compleja y delicada articulación. Al término de la lucha armada, en la etapa postrevolucionaria, con la conformación del PRI, éste se abocó a darle funcionalidad al Estado mexicano. Por otra parte, esta visión de la política no es exclusiva de nuestro país, por el contrario, los regímenes con mayor estabilidad aplican de uno u otro modo estos principios de la ciencia política. En Occidente, el corporativismo fue la clave para poder gobernar mediante acuerdos fundamentales entre los sectores productivos, las fuerzas políticas y sociales, y los factores reales de poder, todo ello bajo el manto del Estado como garante.
Para el PRI, mantener el liderazgo político y social al interior del país requirió de un manejo inteligente, sensible, que privilegió siempre la búsqueda de acuerdos entre actores políticos y sociales muchas veces disímbolos, y en otras, enfrentados. Mantener a los factores de poder dentro de la gobernanza requería de un manejo sutil que propiciará acercamientos y capacidad de convocatoria creando los consensos.
Por eso, en los tiempos actuales, y sin dejar de reconocer los errores cometidos en el pasado, la mayoría de los mexicanos añora la estabilidad y la paz social. No se trata de mirar hacia otro lado para eludir los problemas que tenemos en el país, lo que se le demanda al presidente es que asuma la responsabilidad de su investidura, porque no se puede gobernar con intentos de imposición que reflejan visiones autoritarias que son precisamente lo que se festina como superado y cuya práctica se achaca al PRI.
Parece que Felipe Calderón se está inclinando por cancelar la posibilidad de alcanzar los acuerdos sustanciales con la mayor fuerza política de la nación; pretende ignorar que no será posible hacer las reformas que la nación demanda sin el PRI. El presidente tiene poco tiempo para hacer lo que le corresponde para beneficio de los mexicanos. De nueva cuenta, se obsesiona con la elección -2012- y hace a un lado su responsabilidad esencial: gobernar y conducir a México.
En el caso de Veracruz fue claro que en el sexenio recientemente concluido el Presidente no logró una buena articulación con el Gobierno del Estado. En esta nueva etapa con el Gobernador Javier Duarte de Ochoa el panorama es diferente en virtud de que el mandatario estatal ha tendido puentes y ha expresado su total disposición al acuerdo y a la colaboración para el desarrollo de las políticas públicas y los programas del Ejecutivo Federal. Esperamos que la actitud de nuestro Gobernador sea correspondida con la misma inteligencia y buena fe.